El Resultado Del Orgullo Y La Arrogancia
Estudio La definición de Orgullo es “exceso de estimación propia, que suele conllevar sentimiento de superioridad.” La definición de Arrogancia es “característica personal o una actitud de la persona que cree tener una posición de superioridad o de privilegios frente a los demás”. Quebrantar es suavizar, ablandar el corazón y limpiarlo de excesos dañinos como el resentimiento, la ira, incluso la tristeza que se puede convertir en un factor que impide escuchar o recibir la palabra cuando no se le da cabida a la esperanza.
La Palabra en Romanos 12: 3 dice: “Basado en el privilegio y la autoridad que Dios me ha dado, le advierto a cada uno de ustedes lo siguiente: ninguno se crea mejor de lo que realmente es. Sean realistas al evaluarse a ustedes mismos, háganlo según la medida de fe que Dios les haya dado.” Cuando hablamos de orgullo no nos referimos a cuando alguno de nuestros hijos tiene buenas calificaciones o anotan un gol, estamos hablando del pecado que nos aleja de Dios. Desde que el pecado entró en el hombre, el orgullo ha sido una de las razones principales de por qué tomamos malas decisiones y las consecuencias de esto han sido catastróficas para la humanidad. El orgullo no tiene que ver con clases sociales ni fama. Hay muchas personas que tienen muchos recursos o famosos que son humildes y por el contrario, hay muchas personas que son pobres económicamente pero son bien orgullosas.
El ser orgulloso o arrogante no significa alardear de lo que tenemos materialmente, sino que también aplica a aquellas personas que no reciben el consejo sabio, no piden ayuda cuando lo necesitan, piensan que nadie los entiende y que son los únicos que están pasando por ese proceso, entre muchas otras cosas. El orgullo no es una debilidad, es pecado. Proverbios 21:4 dice: “Los ojos arrogantes, el corazón orgulloso y las malas acciones son pecado”.
Hay 4 cosas que suceden como resultado del orgullo y la arrogancia en nuestras vidas:
- El orgullo y la arrogancia endurecen nuestro corazón. Esto es porque pensamos que ya no necesitamos de Dios. Creemos que podemos sobrellevar las circunstancias de la vida solo con nuestras propias fuerzas o nuestra propia sabiduría.
- Se nos olvida lo que Dios ha hecho. El orgullo y la arrogancia hace que se nos olvide cuánto necesitamos de Él. Ignoramos que Su misericordia es nueva cada mañana, que Su gracia es suficiente y Su amor es inagotable.
- Nos aleja de Dios. Lo peor que nos puede pasar es estar lejos del Señor. Él se aleja de los que insisten en ser orgullosos y arrogantes porque prefieren hacer su propia voluntad y no rendirse a la voluntad de Dios.
- No conocemos lo que es vivir como un cuerpo. Esto hace que perdamos la bendición de tener hermanos y hermanas cerca en medio de nuestros procesos de la vida. También nos limita en la obra de la Iglesia porque no podemos servir al Señor solos, todos somos parte de un cuerpo que funciona mejor cuando está unido.
Aplicación
En la Biblia hay muchos ejemplos de personas que se dejaron llevar por el orgullo y la arrogancia y sus consecuencias fueron desastrosas. Uno de esos ejemplos lo mencionó Jesús en la parábola del fariseo y el cobrador de impuestos. En Lucas 18: 9 - 14 dice: “Luego Jesús contó la siguiente historia a algunos que tenían mucha confianza en su propia rectitud y despreciaban a los demás: “Dos hombres fueron al templo a orar. Uno era fariseo, y el otro era un despreciado cobrador de impuestos. El fariseo, de pie, apartado de los demás, hizo la siguiente oración: “Te agradezco, Dios, que no soy como otros: tramposos, pecadores, adúlteros. ¡Para nada soy como ese cobrador de impuestos! Ayuno dos veces a la semana y te doy el diezmo de mis ingresos”. En cambio, el cobrador de impuestos se quedó a la distancia y ni siquiera se atrevía a levantar la mirada al cielo mientras oraba, sino que golpeó su pecho en señal de dolor mientras decía: “Oh Dios, ten compasión de mí, porque soy un pecador”. Les digo que fue este pecador y no el fariseo quien regresó a su casa justificado delante de Dios. Pues los que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan serán exaltados”.
El fariseo, quien era la autoridad religiosa en ese tiempo, se supone que conocía más a Dios y Su Palabra, sin embargo tuvo una actitud de mucho orgullo. Quería que todo el mundo lo viera orar. Pensaba que, por ser “fariseo”, estaba más cerca de Dios. Cuando leemos este pasaje es como si le estuviera diciendo a Dios “no te necesito” porque con todo lo que hace piensa que ya tiene el favor de Dios. El orgullo provoca que pensemos así, que no necesitamos de Dios y que podemos vivir sin Él y no tener consecuencias que al final nos lleven a la perdición.
En contraste con el cobrador de impuestos, que trabajaba para el Imperio Romano y se consideraba como un traidor en ese tiempo, tuvo una actitud totalmente diferente. La parábola dice que ni siquiera podía levantar su mirada, estaba lejos para que nadie lo viera, se daba golpes en el pecho al reconocer su pecado. Esta debe ser nuestra actitud, de humildad, reconociendo que por nuestro pecado estamos lejos de Dios pero gracias al sacrificio de Jesús en la cruz fuimos limpios del pecado y maldad de nuestro corazón. Al final quien salió justificado y más cerca de Dios fue el cobrador de impuestos por su actitud de reconocer su pecado y que necesitaba de la gracia de Dios. Así debemos vivir siempre!
Conclusión
Todos de alguna manera u otra lidiamos y batallamos con el orgullo y la arrogancia en nuestras vidas. Es parte de nuestra naturaleza pecaminosa, por eso necesitamos que Cristo transforme nuestras vidas y nuestra forma de pensar. Rindamos a Él todo lo que somos, procuremos vivir en humildad, clamando para que se haga fuerte en nuestra debilidad y reconociendo que fuera de Él nada podemos hacer. Él es el que cuida de nosotros y que somos parte de un cuerpo de hermanos y hermanas que bendicen nuestras vidas. Proverbios 11: 2 nos dice: “El orgullo lleva a la deshonra, pero con la humildad viene la sabiduría”.
Escrito Por: Por: Raphel Sánchez
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