"Vuelve Al Lugar De La Promesa"
Estudio La Biblia está llena de promesas de Dios a los seres humanos, Él nos creó a Su imagen y semejanza aun desde antes de crearnos tenía un plan perfecto para nosotros, vivir eternamente en comunión con Él. Cuando reconocemos que somos pecadores y aceptamos el sacrificio de Cristo en la cruz para pagar el precio de nuestros pecados y lo aceptamos como nuestro Salvador y nuestro Señor pasamos a formar parte de la familia de Dios; pasamos de ser criaturas a ser hijos de Dios. Y como hijos, las promesas de Dios son para nosotros. Promesas que podemos disfrutar desde ahora, hasta promesas para la eternidad junto a Él. ¿Cuál es entonces el lugar de la promesa?
La cruz, fue en ella donde se pagó el precio por nuestros pecados, donde se abrió, el Camino para poder llegar a Dios, Cristo es el Camino, y donde al arrepentirnos de nuestros pecados podemos volver a vivir la comunión con Dios tal y como cuando Él nos creó. 2 Corintios 1:20 nos dice que “todas las promesas de Dios se cumplieron en Cristo con un resonante «¡sí!», y por medio de Cristo, nuestro «amén» (que significa «sí») se eleva a Dios para su gloria”. Dios quiere que mantengamos firme nuestra esperanza y que confiemos en Él.
¿Qué nos pasa cuando se nos olvida nuestra esperanza, la promesa de Dios para Sus hijos?
- Se nos hace muy difícil poder caminar en fe.
- No viviremos en obediencia Dios.
- Los problemas y situaciones de la vida hacen que no podamos ver la promesa que Dios nos ha dado.
- Vivimos sin fe, sin esperanza y sin propósito.
AplicaciónEn Juan 14 Jesús nos anima a que no dejemos que el corazón se nos llene de angustia; a que confiemos en Dios y confiemos también en Él. Tenemos la promesa de Dios de vida eterna junto a Él, y esa promesa es efectiva desde nuestra conversión, desde que miramos el sacrificio de Cristo en la cruz y reconocimos y nos arrepentimos de nuestros pecados. Es desde la cruz que nuestra vida cambia, pasamos de muerte a vida, vida eterna en Cristo Jesús nuestro Salvador y Señor. Dios nos ha elegido para que conozcamos la Verdad que es la que nos muestra cómo vivir una vida dedicada a Dios, donde ya no andamos conforme a nuestros deseos carnales, sino en la voluntad de Dios. No permitamos que nada ni nadie nos aparte del propósito y la promesa de Dios para nuestra vida. Cosas como las situaciones y problemas diarios, la religiosidad, el trabajo secular y hasta ministerial, pueden llevarnos a olvidar nuestro lugar de la promesa. Tenemos que tener cuidado de no desenfocarnos, de no permitir que nada nos haga olvidar que todo lo que hacemos y somos es por la gracia de Dios en nosotros y no por nuestras capacidades. Toda la gloria y la honra es para Dios, y a nosotros solo nos corresponde vivir en agradecimiento y confiar plenamente en Dios, en que en Él estamos seguros, y que Él siempre cumple sus promesas. “Todo el que cree en el Hijo de Dios sabe en su corazón que este testimonio es verdadero. Los que no lo creen en realidad llaman a Dios mentiroso porque no creen el testimonio que Él ha dado acerca de su Hijo. Y este es el testimonio que Dios ha dado: él nos dio vida eterna, y esa vida está en su Hijo” (1 Juan 5:10-11).
Cuando vivimos desde el lugar de la promesa de Dios:
- Vivimos en humildad y obediencia a Dios, sabiendo que es por la gracia de Dios que hemos sido salvos.
- Gozamos de la paz y el gozo que sólo Jesucristo nos da.
- Reconocemos que fue con el sacrificio de Cristo en la cruz que nacimos a la vida eterna.
- Podemos vivir de gloria en gloria, tal y como Dios quiere que vivamos.
Conclusión
“Mantengámonos firmes sin titubear en la esperanza que afirmamos, porque se puede confiar en que Dios cumplirá su promesa” (Hebreos 10:23). Seamos conscientes de eso, para así poder vivir caminando en el propósito para el cual Dios nos creó. Propósito que va más allá de cualquier logro material que podamos tener; la vida eterna junto a nuestro Creador. Preguntémonos: ¿vivimos desde el lugar de la promesa? ¿Somos conscientes de la promesa que recibimos cuando fuimos hasta el sacrificio de Cristo en la cruz para pagar por nuestro pecado? Recordemos que “hemos muerto a esta vida, y nuestra verdadera vida está escondida con Cristo en Dios” (Colosenses 3:3). Si así vivimos, vivimos desde el lugar de la promesa.
Escrito por: Linda Vélez
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