"Agua En El Desierto"
Estudio
Un desierto es una región llana o montañosa, que se caracteriza por la escasa precipitación pluvial, poca vegetación, arena en las llanuras y candente sol. Por estas razones, los desiertos están poco habitados y son zonas desoladas. Dios liberó a su pueblo de la esclavitud que vivían en Egipto, ordenándole al rey que los dejara ir a adorarle en el desierto. Sabemos todas las plagas que sufrieron los egipcios antes de dejar ir al pueblo de Dios. Vemos entonces en Éxodo 19:3-6 lo que Dios le dijo a Moisés: “Entonces Moisés subió al monte para presentarse delante de Dios. El Señor lo llamó desde el monte y le dijo: «Comunica estas instrucciones a la familia de Jacob; anúncialas a los descendientes de Israel: “Ustedes vieron lo que hice con los egipcios. Saben cómo los llevé a ustedes sobre alas de águila y los traje hacia mí. Ahora bien, si me obedecen y cumplen mi pacto, ustedes serán mi tesoro especial entre todas las naciones de la tierra; porque toda la tierra me pertenece. Ustedes serán mi reino de sacerdotes, mi nación santa”. Este es el mensaje que debes transmitir a los hijos de Israel». Hoy, como en aquel entonces, Dios lleva a su pueblo al desierto; no para hacernos sufrir, sino más bien para atraernos a Él, que aprendamos a obedecerle, confiar y depender totalmente de Él.
Lamentablemente, muchos hijos de Dios, en ignorancia piensan que, al convertirse a Cristo, ya no van a tener más problemas y situaciones difíciles y dolorosas en su vida (desiertos). Aun no han entendido que Dios quiere transformar nuestra vida de manera que seamos semejantes a Cristo, que, con la ayuda del Espíritu Santo, podamos desarrollar el carácter de Cristo, renunciando así al pecado. Sin la dirección y el cuidado de Dios en la vida de cada uno de nosotros sus hijos, jamás lo lograremos. Los desiertos de nuestra vida pueden llevarnos a la deshidratación, más Jesucristo es el agua que nos mantiene vivos en medio de nuestros desiertos..
¿Qué nos sucede si no reconocemos que necesitamos el agua de vida que Dios nos ofrece?
- Nuestra vida nos resultará difícil de vivir debido a que los desiertos que atravesemos (situaciones económicas, familiares, laborales, muertes o pérdidas, pecado, etc.) nos agotarán y nos harán desfallecer.
- No podremos crecer espiritualmente pues no le estaremos dando al Espíritu Santo la oportunidad de trabajar en nosotros para moldearnos a la imagen de Cristo.
- Daremos a otros un mal testimonio de lo que es ser un hijo de Dios, pues estaremos viviendo agotados física, mental y espiritualmente.
- No estaremos agradando a Dios.
Aplicación
En el evangelio según Juan capítulo 4, se nos narra la vida de una mujer samaritana, que bien podría representar a cualquier ser humano. Una mujer que vivía en pecado, rechazada, y que aun para buscar agua tenía que ir cuando en el pozo no hubiera nadie. Ese día se encontró con Jesús, el cual le ofreció darle un agua que al tomarla le quitaría la sed para siempre, sería un manantial de vida en los que la bebiesen. Cada uno de los que hemos tenido un encuentro con Jesús, y lo hemos recibido como nuestro Salvador y nuestro Señor, hemos aceptado beber del agua de vida que solo Él puede dar. Nuestra vida cambia pues ya no caminamos solos, sino que vamos de la mano de Dios y guiados por el Espíritu Santo. Sabemos que si cometiéramos algún pecado y nos arrepentimos tenemos, gracias a Jesús, la confianza de que Dios nos perdona, nos levanta y podemos continuar nuestro caminar no por nuestra ruta, sino caminar en el propósito de Dios para cada uno de nosotros. En fin, que Dios sea el centro de nuestras vidas y de nuestras familias.
Para un cristiano “tener agua en el desierto” significa que:
- Cristo vive en nuestros corazones.
- No caminamos solos, pues Jesús nos prometió que estaría con nosotros todos los días hasta el fin.
- Aun en medio de las peores circunstancias, Dios es nuestro amparo y fortaleza.
- En medio de nuestro dolor, Dios nos consuela y nos da esperanza, paz y gozo.
- En nuestro interior hay un manantial que brota con frescura y nos da vida eterna (Jesucristo).
Conclusión No tenemos ninguna necesidad de vivir sedientos y agotados por los desiertos en la vida. Aprendamos humildad, y así como la mujer samaritana, pidámosle a Jesús que nos dé el “agua de vida”. Luego de recibir el agua de vida, salgamos corriendo a contarle a otros para que también ellos beban del agua que sólo Cristo nos puede dar. Todos necesitamos agua para vivir, y sólo en Dios podemos tener el agua que no solo nos da la vida física, sino también la vida eterna.
Escrito por: Linda Vélez
|