"Frutos Espirituales"
Estudio Según el Diccionario Bíblico, el Fruto del Espíritu es el resultado de la obra del Espíritu Santo en la vida de los creyentes. Distinguimos los frutos porque ellos manifiestan y/o expresan los cambios en nuestras vidas, de vieja criatura (carnal) a nueva criatura (espiritual). Es por medio del Espíritu Santo que se manifiestan en nosotros expresiones de justicia, arrepentimiento y pureza moral, ya que estas expresiones no se pueden manifestar a plenitud en nuestra naturaleza pecaminosa. En Mateo 7:15-20 Jesús advierte a Sus discípulos sobre los falsos profetas y los compara con lobos disfrazados de ovejas, mas les dice que ellos los pueden reconocer por sus frutos. Dice además que un buen árbol no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir frutos buenos. Por lo tanto, todo árbol que no produce frutos buenos se corta y se arroja al fuego. Así, de la misma manera que puedes identificar un árbol por su fruto, puedes identificar a la gente por sus acciones. Jesús les advirtió sobre la necesidad de dar frutos que fueran compatibles con la ciudadanía del Reino de Dios (Mateo 21:43). El hombre natural, no convertido a Dios, no puede manifestar características que agraden a Dios ya que el pecado se lo impide. Es cuando nos convertimos a Dios arrepentidos de nuestros pecados, que comenzamos una nueva vida dirigida por el Espíritu Santo.
¿Qué le sucede a un hijo de Dios cuando este no crece espiritualmente?
- No vive agradando a Dios pues Él quiere que cada día crezcamos mas en el conocimiento de Él.
- Vive de manera carnal y no damos testimonio de la vida de Cristo en nosotros.
- Está en desobediencia y por lo tanto Dios lo someterá a disciplina, hasta que el carácter de Cristo sea formado en él.
- Podría vivir engañado y no haberse convertido nunca a Cristo.
Aplicación
Donde primero aparece la palabra fructificar en la Biblia es en Génesis 1:28 cuando después de Dios crear al hombre y la mujer “los bendijo con las siguientes palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense. Llenen la tierra y gobiernen sobre ella. Reinen sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que corren por el suelo»”. O sea, justo después de la creación del hombre, Dios quería tener una relación con ellos basada en Sus cualidades, Dios quería que en ellos se manifestaran las cualidades o frutos dignos de Su Reino; cosa que el pecado impidió. El hombre se multiplicó y gobernó sobre el resto de la creación, más a él mismo le resultó muy difícil poder tener con Dios la comunión que tuvo en un principio, no pudo ser fructífero para con Dios. No fue sino hasta que Jesús vino, que con Su ejemplo nos enseñó la relación correcta que debemos tener con Dios. Él nos modeló lo que son los frutos espirituales, llamados así porque son frutos que sólo el Espíritu de Dios puede producir en nosotros. La clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio. Amor, que es la esencia misma de Dios que nos permite amarlo a Él, a nosotros y a nuestros semejantes. Del Amor se derivan todos los demás frutos que por medio del Espíritu Santo se van manifestando en nosotros a medida que nos vamos pareciendo más a Cristo. El gozo es la fuerza que nos da el Espíritu para soportar y pasar las pruebas con un espíritu alegre. La paz sobrenatural que nos da Dios brindándonos la seguridad de que somos Sus hijos y de que Él tiene el control. La paciencia es el poder que el Espíritu nos da para vivir por encima de las circunstancias. La gentileza es manifestada en nosotros a través de una conducta amable y cortés. La bondad muestra en nosotros el carácter de Dios. La fidelidad es la confianza del amor, la desarrollamos mediante la fe que tenemos en Dios y va creciendo día a día, creyendo desde cosas pequeñas hasta creer en cosas grandes. La humildad es quedar mansos, aunque tengamos que sufrir injustamente, no pagar mal con mal. El dominio propio nos muestra la victoria del amor, pues denota que hemos podido dominar nuestro cuerpo, espíritu y alma. Todas esas características y/o cualidades se van manifestando en nosotros a medida que rindamos nuestra vida totalmente a Dios, viviendo para Él y no para satisfacer al mundo o a nuestros deseos carnales.
Cuando vivimos sometidos al Espíritu Santo:
- Vivimos conforme a la Voluntad de Dios, en comunión plena con Él.
- Podemos ver cómo se manifiestan en nosotros cada vez más los frutos espirituales.
- Seremos reflejo de Cristo a la vista de los demás, provocando en ellos el deseo de tener “eso” que ven en nosotros, que no es otra cosa que el Amor de Dios.
- Vivimos disfrutando la vida plena para la cual Dios nos creó.
Conclusión
Gálatas 5:24 dice: “Los que pertenecen a Cristo Jesús han clavado en la cruz las pasiones y los deseos de la naturaleza pecaminosa y los han crucificado allí”. Dios nos ha llamado para vivir en comunión con Él, y en su momento tendremos que rendirle cuentas. Preguntémonos, ¿seremos como el árbol que da buen fruto o como el árbol que da mal fruto? No olvidemos que Jesús nos dijo que separados de Él nada podremos hacer (Juan 15:5). Nuestra vida debe estar centrada en Cristo y no en nosotros, sólo en Él podremos llevar mucho fruto y sólo así podremos ser instrumentos usados por Él para mostrar Su Amor al mundo. La única forma en que podemos ser fructíferos para Dios es cumpliendo Su Voluntad y sirviendo con amor a otros, tal como lo hizo Cristo.
Escrito por: Linda Vélez
|