Escucha Atenta Y Constantemente La Voz De Dios
Estudio Escuchar atentamente significa abrir todo el corazón y el espíritu a Dios, anhelando Su Palabra, pidiendo que nos instruya e intentando comprender y cumplir cada deseo que Él nos transmita. Escuchar atentamente es una cuestión del amor despierto, que centra en Dios todos los sentidos, todo el corazón y todo el espíritu. Estar atento también significa aprender a vivir en una verdadera libertad interior. De hecho, cuando nuestra alma se encuentra bajo el influjo de emociones muy fuertes y negativas, no somos capaces de escuchar realmente. Lo mismo sucede cuando sufrimos complejos de diversa índole, pues en este caso tampoco tenemos la suficiente libertad para asimilar aquello que el Señor quiere decirnos. Esto se aplica también cuando estamos encerrados en nuestros propios deseos e ilusiones. En todas estas circunstancias, nos resultará difícil comprender apropiadamente la Palabra del Señor y superar nuestras ataduras interiores para dejarla entrar.
Por eso la Palabra nos exhorta en Éxodo 15:26: “Si ustedes escuchan atentamente la voz del SEÑOR su Dios y hacen lo que es correcto ante sus ojos, obedeciendo sus mandatos y cumpliendo todos sus decretos, entonces no les enviaré ninguna de las enfermedades que envié a los egipcios; porque yo soy el SEÑOR, quien los sana”.
Entonces, para entender verdaderamente al Señor necesitamos el oído de un discípulo, además de una creciente libertad interior, para que no haya obstáculos que impidan la acogida de la Palabra de Dios. En un serio camino de seguimiento de Cristo, podemos cumplir ambos requisitos. Una oración sencilla que podría ayudarnos es la siguiente: “Señor, abre mis oídos para que pueda escuchar”; y también esta otra: “Libérame de todas las ataduras y carencias de libertad, para que pueda acoger tu Palabra.”
Otra forma de escuchar la voz de Dios es a través de la oración. Esto requiere que acallemos nuestro corazón para que podamos escuchar lo que Él tiene que decir y también ser lo suficientemente pacientes como para esperar en Él. Es común pensar que cada vez que el Señor habla, será un evento ruidoso o dramático, pero Dios rara vez aparece en formas o lugares esperados. El Señor visitó al profeta Elías cuando estaba escondido en una cueva: “Sal y ponte de pie delante de mí, en la montaña. Mientras Elías estaba de pie allí, el SEÑOR pasó, y un viento fuerte e impetuoso azotó la montaña. La ráfaga fue tan tremenda que las rocas se aflojaron, pero el SEÑOR no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto, pero el SEÑOR no estaba en el terremoto. 12 pasado el terremoto hubo un incendio, pero el SEÑOR no estaba en el incendio. Y después del incendio hubo un suave susurro. 13 Cuando Elías lo oyó, se cubrió la cara con su manto, salió y se paró a la entrada de la cueva”. (1 Reyes 19: 11-13). Dios estaba en el murmullo.
Es importante buscar el discernimiento para poder seguir los mandamientos de Dios y poder distinguir Su voz de la suya o la del enemigo lo vemos en Salmo 119: 125 que nos dice: “Da discernimiento a este siervo tuyo; entonces comprenderé tus leyes”; véase también Filipenses 1: 9–10: “Le pido a Dios que el amor de ustedes desborde cada vez más y que sigan creciendo en conocimiento y entendimiento. Quiero que entiendan lo que realmente importa, a fin de que lleven una vida pura e intachable hasta el día que Cristo vuelva”. Una estrategia útil es tratar de escribir un diario de oración: escriba algunas de sus oraciones a Dios y haga un seguimiento de lo que cree que Dios le está diciendo. Al escribir las cosas que usted cree que Dios le puede estar diciendo, puede volver a revisarlas más adelante y ver cómo Dios obró para animarse nuevamente en su fe.
Cada vez que Dios nos habla, siempre debe estar de acuerdo con la Palabra de Dios. El conocimiento de la Palabra y el discernimiento nos ayudan a aprender mejor cómo escuchar y reconocer la voz de Dios. Si bien puede ser tentador pensar que necesitamos una palabra específica de Dios para tomar cualquier decisión en nuestras vidas, muchas veces no la necesitamos. De hecho, puede convertirse en una excusa para que algunas personas permanezcan estancadas o tomen decisiones imprudentes. Su actitud es "esperar en Dios" cuando en realidad simplemente se niegan a obedecer lo que Dios ya ha ordenado o dudan por miedo. Si bien debemos orar por decisiones importantes y muchas veces debemos esperar a Dios por Su dirección, hay muchas otras veces en las que ya se nos ha dado la dirección que necesitamos y simplemente debemos seguir adelante. Dios nos ha dado muchas instrucciones claras en Su Palabra, y estas nos guían en muchas de las decisiones que tomamos a diario.
¿Qué mantiene tu corazón duro y tu mente cerrada que no nos permite escuchar a Dios? Aquí hay tres barreras que te mantienen cerrado al mensaje de Dios:
- Orgullo. Si crees que no necesitas a Dios en tu vida y quieres seguir manejarndo las cosas tú mismo, probablemente no estés escuchando a Dios hablar. El orgullo te impide estar abierto a la posibilidad de que Dios quiera decirte algo.
- Miedo. Muchas personas no pueden escuchar a Dios porque tienen miedo de escuchar a Dios hablar. Podrías pensar que escuchar la voz de Dios o sentir su dirección te convierte en una especie de fanático religioso. O tal vez tengas miedo de los cambios que necesitarías hacer en tu vida si escucharas la guía de Dios.
- Amargura. Cuando te aferras al dolor, al resentimiento o al rencor, no puedes escuchar a Dios porque tu corazón está endurecido. Un corazón duro se enfría y te pone a la defensiva, incluso ante el amor de Dios.
Aplicación
Dios nos habla a lo largo del día, no sólo en momentos concretos. Hay muchas formas de hacerlo, pero Él siempre confirmará lo que te dice mediante Su Palabra escrita. Confirma siempre la voz que oyes con lo que dice la Palabra y aprenderás a identificar claramente la voz de Dios. Puede que estés esperando oír una voz audible, pero muchas veces Dios nos da fuertes impresiones en el corazón. Nos guía sobre qué dirección tomar o nos da la sabiduría para tomar una decisión. Si no estamos demasiado ocupados intentando explicar Su voz mediante la lógica, descubriremos que lo que Él imprime en nuestros corazones es Su forma de hablarnos.
Piensa en alguna ocasión en que tuviste una "fuerte impresión" de hacer o no hacer algo y la ignoraste y fuiste en dirección contraria. Más tarde descubriste que te habías equivocado y que la fuerte impresión que ignoraste te estaba llevando en la dirección correcta. Así es como a veces nos enteramos de que en realidad era Dios quien nos hablaba.
Dios nos habla mucho a través de los sueños y lo confirma en Joel 2:28: "Entonces, después de hacer todas esas cosas, derramaré mi Espíritu sobre toda la gente. Sus hijos e hijas profetizarán. Sus ancianos tendrán sueños, y sus jóvenes tendrán visiones". Es importante señalar que no todos los sueños proceden de Dios.
Cuando tengas un sueño, ora y averigua si procede de Dios, y busca en las Escrituras relacionadas para averiguar lo que Dios te está comunicando mientras duermes. Evita acudir a lugares incorrectos en internet o personas que no se relacionan con Dios, pues puedes caer en el engaño. La Palabra de Dios debe ser el primer lugar al que acudas. Pongamos un ejemplo: Suponiendo que sueñas con un actor, busca versículos de la Biblia que hablen de actores o de actuación. Un ejemplo sería Ezequiel 4, donde Dios pidió al profeta Ezequiel que representara un asedio que iba a tener lugar en Jerusalén. Estaba representando el asedio antes de que tuviera lugar. En este caso, averiguarás qué está representando el actor de tu sueño.
Dios nos habla a través de otros creyentes. Utiliza a los que están en el cuerpo de Cristo, y especialmente a tus líderes o pastores, para que nos ayuden con su conocimiento. Necesitamos confirmar que hablan por el Espíritu de Dios y no por un espíritu contrario, pues hay falsos profetas infiltrados en las iglesias de hoy. 1 Juan 4:1 nos dice que no debemos creer a todo espíritu, sino probarlos para asegurarnos de que proceden de Dios. Esto significa sencillamente que pruebes el espíritu con el que habla una persona cuando te profetiza. Ora sobre las palabras que te digan los demás y confirmalas con las Escrituras. Lo que te digan los demás también debe coincidir con lo que Dios te ha dicho sobre el tema en cuestión. Dios utiliza muchas otras formas de hablarnos como individuos. Tú tienes una relación personal con Él y Él te habla de una forma que tú entiendes. Puede utilizar una analogía de la naturaleza, un mensaje en la camiseta de alguien, una canción, un sermón, un testimonio, una visión o una enseñanza bíblica, etc.
A medida que leas más la Biblia, te resultará más fácil identificar la voz de Dios en tu vida cotidiana. Cuando te cueste conocer la voz de Dios, pídele sabiduría. Puedes anotar en un diario los pensamientos, ideas e impresiones que te lleguen y, con el tiempo, identificarás un patrón que señale cómo te habla Dios. Su voz ya no te resultará extraña.
¿Qué necesitamos para escuchar la voz de Dios?
- Aquieta tu mente y elimina distracciones.
- Tener un corazón dispuesto.
- Pídele a Dios que te hable al comenzar tus oraciones diarias.
- Debes estar dispuesto a obedecer si te indica algo que debes hacer.
- Lee la Biblia en una versión que se te haga más fácil entender.
Conclusión
Hay un viejo refrán que dice que aquellos que no escuchan la música creen que los que la bailan están locos. Eso es cierto para aquellos que caminan al ritmo del tambor de Dios. Cuando sigas las señales que el Espíritu Santo te da, harás cosas que algunas personas pensarán que estás loco. Que así sea. Obedece al susurro y mira lo que Dios hace. Juan 10:27 dice: "Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen". Somos capaces de escuchar la voz de Dios cuando somos suyos por medio de la salvación en Jesucristo, porque nada tiene más potencial para cambiar tu vida que el susurro de Dios. Nada determinará tu destino más que tu capacidad para escuchar su voz. Así es como nacen los sueños del tamaño de Dios. Así es como suceden los milagros. “Mis amados hermanos, quiero que entiendan lo siguiente: todos ustedes deben ser rápidos para escuchar, lentos para hablar y lentos para enojarse”. Santiago 1:19.
Escrito por: Alfredo Arroyo
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