"El Gran Amor de Dios"
Estudio El Evangelio según Juan comienza señalándonos que en el principio la Palabra ya existía. La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. El que es la Palabra existía en el principio con Dios. Dios creó todas las cosas por medio de Él, y nada fue creado sin Él. La Palabra le dio vida a todo lo creado, y Su vida trajo luz a todos y la oscuridad jamás podrá apagarla. Vemos en Génesis como Dios creó todo por medio de Su Palabra y fue Su Palabra la que trajo luz a la humanidad, siendo esa Luz una que jamás podría apagarse.
Dios envió a Juan a preparar el camino para Jesús, dando testimonio de Aquel que es la Luz verdadera del mundo. Jesús venía a los suyos (judíos), y los suyos no le conocieron, pero a todos los que creyeron en Él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. “Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de Él”.
¿Qué sucede si no aceptamos en nuestra vida el maravilloso amor de Dios?
- Viviríamos de manera natural, con una carencia en nuestro ser que sólo el amor de Dios llenará.
- No tendríamos propósito en nuestra vida.
- Viviríamos sin conocer el más puro de los afectos, el amor.
- No tendríamos a Jesucristo en nuestra vida ni la vida eterna.
AplicaciónJuan fue el profeta que exclamaba: «Soy una voz que clama en el desierto: “¡Abran camino para la llegada del Señor!”». Juan dio testimonio: «Vi al Espíritu Santo descender del cielo como una paloma y reposar sobre él. Yo no sabía que era el Mesías, pero cuando Dios me envió a bautizar con agua, me dijo: “Aquel, sobre quién veas que el Espíritu desciende y reposa, es el que bautizará con el Espíritu Santo”. Y comenzaron a unirse a Jesús aquellos que habían sido discípulos de Juan. En la primera señal, aun antes de comenzar su Ministerio formalmente, vemos como la madre de Jesús, al faltar el vino en una boda, le pide a su hijo que haga algo y a los sirvientes les dice “hagan lo que Él les diga”. Aún hoy, esa es la directriz para cada siervo, cada hijo de Dios; hacer lo que Él nos diga, obedecerle.
Al llegar al templo, Jesús se indigna al ver el templo convertido en un mercado y manda a que saquen todas esas cosas de allí. Los judíos se indignan al escucharle decir que Dios es su Padre y le piden una señal, a lo cual Él responde: “destruyan este templo y en tres días lo levantaré”. En ese momento ellos no entendieron, más hoy, nosotros sabemos que hablaba de Su muerte, que nos trajo salvación, y de Su resurrección, que nos dio vida eterna. Jesús no tenía necesidad de que nadie le dijera sobre la naturaleza humana, pues Él sabía lo que había en el corazón de cada persona. Dios conoce nuestros corazones, por eso no podemos engañarlo con religiosidad y apariencia de amor, Él quiere nuestra sinceridad y humildad al acercarnos a Él. De ahí vemos cuando Nicodemo, un líder religioso, se le acercó y le dijo: “Rabí, todos sabemos que Dios te ha enviado para enseñarnos. Las señales milagrosas que haces son la prueba de que Dios está contigo”, a lo que Jesús le respondió: “Te digo la verdad, a menos que nazcas de nuevo, no puedes ver el reino de Dios”. Todos hemos nacido de la carne, más solo los que aceptan el maravilloso amor de Dios manifestado a través de Su único Hijo, logran nacer del Espíritu y tener vida eterna.
¿Quiénes manifiestan el amor de Dios en su vida y cómo lo hacen?
- Todos los que han aceptado a Jesucristo como Su Señor y Salvador.
- Aquellos que han nacido del agua y del Espíritu.
- Los que viven para obedecer y agradar a Dios en todo.
- Los que no se deleitan en el pecado.
- Los que perdonan y aman como Dios los perdona y ama a ellos.
Conclusión En el encuentro de Jesús con la mujer samaritana, vemos que Él le pide agua y ella le cuestiona cómo es que Él siendo judío, le pide agua a ella que es samaritana. Él entonces se le presenta como que es “el agua de vida”, que quien de Él beba, no tendrá sed jamás. Las palabras de Él hacen que ella lo reconozca como el Mesías que habría de venir y corre a decirlo al pueblo. Todos los que hemos reconocido que Jesús es el Mesías prometido tenemos la urgencia de compartir tan grande noticia con otros, para que también ellos conozcan al Mesías. Todos se sintieron atraídos a conocer a Jesús y al escucharle hablar, creyeron en Él. Nuestro testimonio hará que otros quieran saber más de Jesús y mediante Su Palabra podrán conocerle y creer en Él. Jesús hizo muchísimos milagros con los cuales les demostraba a las personas no sólo el poder de Dios, sino también la misericordia y el gran amor de Dios. Con la sanidad del hijo de un siervo del rey, mostró que sólo Su Palabra basta para que la sanidad se obtenga. La sanidad del paralítico de Bethesda nos enseña que debemos obedecer la voz de Dios en fe, que Él siempre quiere sanarnos. Dios obra milagros, señales y maravillas en y a través de nosotros con el propósito de que todos podamos conocerle, y que todos le demos gloria y honra a Él. Cristo es también nuestro Pan de vida, no el maná que los alimentaba físicamente a diario, sino el pan que alimenta a diario nuestro espíritu para vida eterna. Jesucristo reconocía que nada podía hacer por sí mismo, más bien hacia lo que veía hacer de Su Padre que lo envió para nuestra salvación. A muchos les parecía que las palabras de Jesús eran duras y difíciles de entender, más Él sabía desde el principio quienes creerían y quienes no. Sabía que nadie podría venir a Él si no le era concedido por el Padre. Muchos creyeron por las palabras de Jesús y los fariseos procuraban aprehenderle. Jesús dijo: “¡Todo el que tenga sed puede venir a mí! ¡Todo el que crea en mí puede venir y beber! Pues las Escrituras declaran: “De su corazón, brotarán ríos de agua viva” (Con la expresión «agua viva», se refería al Espíritu, el cual se le daría a todo el que creyera en Él; pero el Espíritu aún no había sido dado, porque Jesús todavía no había entrado en Su gloria).
No busquemos como los hombres del mundo honrarnos unos a otros con palabras lisonjeras, más bien busquemos honrar a Dios con nuestra vida y obedeciéndole en todo.
¿Qué podemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Hacer la Voluntad del Padre.
Escrito por: Linda Vélez
|